Thursday, June 4, 2020

Titan of creation (Análisis de disco)

https://www.youtube.com/watch?v=u12MUjmZo4c


Es el título que lleva el doceavo disco de Testament, una banda de trash metal (esto es importante) originaria de California, y con más de treinta años de carrera. Pero no te voy a contar información bibliográfica de la banda, porque eso la puedes encontrar hasta en Wikipedia.

Lo interesante aquí es hablar sobre su nuevo álbum Titans of Creation, porque tiene una gran calidad. Hay veces, cuando una banda tiene tanto tiempo de trayectoria, que para seguir siendo del agrado de sus fans tienen que innovar, o cambiar el sonido que los caracteriza y meter sonidos electrónicos o cualquier otra cosa novedosa que los haga sonar especiales. Por suerte este no es el caso, y aunque en discos anteriores se pusieron un poco más heavys, para este disco regresan con todo el power recargado.

Todo inicia con una canción bastante buena (Y no es para menos, ya que es la encargada de abrir el telón a todo lo que viene) que tiene por nombre Children of the next level, la melodía de los primeros segundos  es muy intensa, y los redobles de la batería, te preparan para una persecución imaginaria en la que sabes que si no corres, algo, te atrapara. Después inicia la primera estrofa, y Chuck Billy te lo dice con sus propias palabras y su voz raspada “Mejor vete de aquí porque algo te está viendo…” La melodía continua, y sigue siendo la misma por un rato, hasta que llega al estribillo de la canción y todo se descontrola con un solo del inframundo. Seis minutos de un sonido distorsionado, crudo y potente, seis minutos de trash.

Le sigue WWIII, ¿Qué podemos esperar de una canción que se llama tercera guerra mundial? Todo, cuando escuchas está canción no sabes que pasa, y tal cual como si estuvieras en un campo de batalla, por todos lados llueven acordes de destrucción sonora, caen bombas en forma de doble bombo, y el bajo hace que te explote el cerebro. No hay mucho que decir salvo: ¡Pure Fucking Metal!

Todas las canciones que siguen son cien por ciento ruidos de calidad, sube o baja la velocidad, sientes adrenalina en cada rasgueo, y ninguna canción  te decepciona. Pero mejor escúchenlas ustedes, porque no las voy a mencionar en este momento, ya que me salto directamente hasta el track número diez, el que a mi parecer se merece el título de la mejor canción de todo el disco. Curse of Osiris

Aquí Billy nos cuenta una historia muy conocida dentro de la mitología Egipcia, y tanto la melodía como el tono gutural de voz, reflejan bastante bien la ira, el odio, y el coraje que Horus sentía mientras completaba su venganza sobre todo Egipto. Solo como nota, transformar esas emociones en ritmo musical, es igual a electrocutarte con la distorsión de la guitarra y todos sus ritmos salvajes.  Para este punto del disco es inevitable sentir que una bomba explotó dentro de tus oídos.

Si parece Trash, si se escucha como Trash, si se ve como Trash, indudablemente es Trash.

Mi recomendación es: escuchen el disco completo y utilicen unos audífonos que aíslen el ruido exterior para que no se pierdan ningún detalle del disco.

 

 Nota: El link de youtube de arriba los lleva directamente al Cd completo.

 


Tuesday, June 2, 2020

Uno, ocho, dos

En el tiempo que estudiaba en la Univer,(mis compañeros y yo acostumbrábamos a ir a un parque de diversiones que se llamaba “Divertido Guadalajara”. Porque al igual que plaza patria, estaba en el camino que tomábamos para ir a la parada del camión. El lugar era un parque de aventuras dirigido principalmente a los niños. Tenía juegos de sillitas voladoras, de carruseles con carros de bomberos, ambulancias y patrullas, otro de motocicletas de motocrós, una canoa vikinga para los niños más extremos y algunos adolecentes que midieran menos de un metro con cincuenta.

Para los adultos y adolescentes que superaran esa medida restrictiva, había algo mucho mejor, tres pistas de go karts semi-profesionales, y una pista de nivel profesional con carros que alcanzaban los cien kilómetros por hora, además de tener un área cerrada en la que vendían comida muy diversa, y también una gran extensión de bosque natural adecuado con bancas. Todo esto convertía el lugar en el mejor destino turístico para saltearnos las clases los miércoles que teníamos orientación vocacional.

Fui tantas veces con mis compañeros de la escuela, que pensé que sería entretenido trabajar ahí, así que deje una solicitud de trabajo, por la poca afluencia de gente me entrevistaron en ese momento, me contrataron ese mismo día, y  me dijeron que iniciaría a trabajar desde el siguiente sábado.

Mi función principal era la de ser operador de los juegos, cobrar las fichas necesarias para que los niños se pudieran subir, y después manipular el equipo para que funcionara el tiempo que se tenía establecido. Era algo sencillo de hacer, pero por lo mismo después de un rato era muy aburrido ver como giraban y giraban los diversos carruseles. Así que para hacerlo más interesante, a los niños que llegaban solos y que no tenían la supervisión de sus papás, les ponía retos especiales. Por ejemplo les decía que si se subían con un vaso de agua, y no lo tiraban en la velocidad máxima, los dejaría dar tres vueltas gratis. Ellos accedían con emoción, aunque generalmente terminaban empapados, y posteriormente los regañaba su mamá. Solo un pequeño grupo selecto de niños alfa logró terminar el recorrido sin derramar el agua, y cómo premio los dejaba arriba por media hora.

Mis compañeros se empezaron a dar cuenta de los retos que les ponía a los niños, y se acercaban a ver lo que pasaba. Con los días, ellos acoplaron algún tipo de reto en sus propios juegos. En el laberinto de colchones pusieron el reto de que si entrabas por la salida, y recorrías todo el juego de espaldas hasta llegar a la entrada, les regresaban sus fichas y aparte les daban cinco más, pero si no podían, tenían que pagar el doble de fichas. Después de eso todos los días se terminaban rápido aun después de las casi diez horas de estar parado y bajo el sol. Al final del turno todos nos reuníamos en el comedor central, y antes de que los supervisores nos dieran la junta del día, platicábamos entre nosotros para intercambiar nuestras experiencias con los retos que habíamos hecho.

En los altavoces del parque, ya que era un lugar más familiar e infantil, ponían generalmente solo canciones de cri cri, de plaza sésamo, de Pedrito Fernández, de Imanol y de Tatiana, puras joyas de la música que por fortuna no he vuelto a escuchar. Toda esa basta reproducción musical, era programada por una señora, sin embargo, después de dos o tres años de peregrinamente poner la misma música todos los días, un día renunció y se llevó esos discos con ella, y fue entonces cuando todos (todos), incluso varios directivos, se dieron cuenta de que los discos no eran de la empresa, y de que ella los había comprado. Las canciones de Imanol dejaron de sonar en los altavoces, y por unos días, fue el silencio, o la transmisión de una estación de radio lo que se escuchaba por todo el parque. Después de unos fines de semana sin música, a los subgerentes se les ocurrió hacer una dinámica especial, los sábados al llegar, podíamos dejar alguno de nuestros cd´s, para que de forma aleatoria, ellos los pusieran en los equipos de sonido de todo el parque. Pero había algunas reglas, o parámetros que teníamos que seguir antes de dejar algún disco. Las canciones no podían ser ni de rap o de rock pesado, ni tampoco decir groserías en español o en inglés, regla que no se aplicaba a las canciones en francés o en japonés, porque nadie las entendía.

La actividad resultó emocionante para todos, porque como había un porcentaje de confidencialidad, cuando escuchábamos un disco, o una canción, tratábamos de imaginar por el género musical, quien pudo haber dejado ese disco, y entre nosotros hacíamos bromas de quien creíamos que era el dueño de tal cd, y de quien definitivamente no era el dueño. Yo lleve el disco de molotov, que era el único que tenía, pero no duro mucho tiempo antes de que detectaran que ese disco era el menos indicado para un parque infantil. Alguien puso un disco de Juan Gabriel, no supe quien fue, pero las bromas que la mayoría hizo sobre eso fueron suficientes para que quien fuera que lo llevó, no lo volviera a llevar. Algunos fueron de pop en español, de pop en inglés, alguien llevó un disco de Madona, otro compañero (o compañera) de Michael Jackson, Miguel Bosé también apareció, y una lista muy variada entre artistas y cd´s continuaron sonando en los altavoces. Hasta que siguió uno de un grupo que no conocía, y que realmente me gustó como se escuchaba. En cuanto empezó ese disco, varios aplaudieron, incluso algunos levantaron las manos y las agitaron en el aire, era evidente que al noventa por ciento de mis compañeros le gustaba ese grupo.

            -¡Vaya! –Gritó uno de ellos y aplaudió varias veces mientras sonreía- ¿Quién fue cabrones? ¿Quién puso ese disco para invitarle una cerveza?

Yo aún no los conocía, así que al verlo tan eufórico le pregunté:

            -¿Quiénes son o qué?

            -Eso carnal… es punk de verdad –me contestó con una sonrisa-. Son blinuaneiritu.- Me dijo en inglés perfecto, pero no entendí nada de lo que dijo, y le volví a preguntar.

            -¿Cómo dices que se llaman?

            -Jaja no te creas, no se inglés. Blink 182 para los compas. Pero si tocan punk.

Hasta ese momento no había escuchado antes ninguna canción de punk, el ritmo de la guitarra se centraba en pocos acordes, pero con rasgueos muy rápidos, y mientras tanto, la batería haciendo un remolino de ritmos diferentes y potentes, que acompañaban a una voz aguda que parecía huir de la policía por lo rápido que iba. Me daban ganas de correr por todo el parque, o de hacer acrobacias y maromas mortales. Lo interesante era que no solo yo, todos mis compañeros estaban así, era como si las bocinas del parque nos hubieran inyectado adrenalina.

Por fortuna para nosotros a los supervisores no les molestó ese disco, y lo comenzaron a poner cada fin de semana. Un sábado a las tres de la tarde, cuando había más gente en el parque, si se escuchaba ese disco, los niños se descontrolaban, y corrían como cabras sin control, todo se volvía emocionante, y al menos el tiempo que duraba el cd, era imposible tener un mal día.

Hasta que lamentablemente se rayó. Pero ya había cruzado la puerta, ya los conocía, y como el disco me había gustado tanto, fue inevitable comprar un disco de ellos.

Los de Mr. Cd, estaban por comenzar a verme como un cliente frecuente.