Saturday, September 12, 2020

Uno, dos, tres por BELANOVA

 

No tenía ni un año en la escuela, y las cervezas comenzaron a ser muy populares en mi itinerario como estudiante de preparatoria. Había días que me reunía con mis compañeros a tomar dos caguamas en la calle, sin motivos, sin fiestas, simplemente tomar una refrescante cerveza porque hacía calor, y las tres de la tarde son mejor con cerveza. Caminábamos un poco hasta un parque cercano, comprábamos las bebidas, y nos sentábamos sobre el pasto para hablar de cualquier cosa, principalmente de música, futbol y mujeres, se vaciaban los envases, y después cada quien seguía con su vida after school. Casi siempre nos regresábamos a las cuatro, para hacer los deberes escolares, pero como suele pasar, había veces que se hacían las cinco, otras las seis, a veces las siete, algunas otras a las ocho, y cuando todo se salía de control, nos quedábamos hasta las diez de la noche, cosas que pasan.

Ese día, salimos temprano, por alguna razón no tuvimos la última clase, y a la una de la tarde ya estábamos en la calle. No hizo falta decirlo, ni comentarlo con nadie, ya que sin palabras entre nosotros, y utilizando solo miradas, los cinco nos dirigimos de manera automática a la vinatería, en silencio, cada uno a su paso, unos con las manos en la bolsa, otros caminando recto, Miguel con los audífonos puestos y tarareando Rosa pastel de BELANOVA. Pero cuando llegamos a la vinatería, hicimos un medio círculo alrededor de la ventanilla, cada quien sacó la cantidad de dinero que traía en ese momento, y con el mismo silencio, Cesar recogió el efectivo, lo contó, y le pidió las cervezas al tendero.

            -Siete caguamas –le dijo, y el tendero le dio los siete envases en una caja.

Cesar nos dio una caguama a cada uno, y él se llevó la caja con los tres envases restantes, y continuamos en la procesión silenciosa hasta llegar al parque. Nos instalamos debajo de un árbol que daba una refrescante e igualmente amplia sombra, y cada quien destapó la cerveza a su manera.

El gas escapando a presión se escuchó cinco veces seguidas.

            -Se fijaron que vergas estuvo esto –dijo Juan, y en el primer trago se terminó la mitad de la caguama.

            -¡Pinches alcohólicos sincronizados! –le contestó Armando, e igualmente se terminó la mitad del líquido ámbar en el primer trago.

            -Alcohólicos ustedes, yo no tengo prisa, ni le he tomado. –opinó Cesar.

            -No te hagas el sobrio –le dije- que ya sabemos que nunca traes baro.

            -Tú no me las vas a pagar ¿Oh si?

Me ganó con mis propias palabras, no dije nada, y al igual que Juan, Armando (Mi tocayo), y Miguel, también me tomé la mitad en el primer trago.

El primer trago es cuando la cerveza sabe mejor, no creo que nadie pueda debatir ese punto, ya que después de un rato, entre la oxidación por el aire, la perdida de gas, y el asentamiento de alcohol en la garganta, cambia el sabor conforme le vas tomando, y después de varias cervezas le pierdes totalmente el sabor, y solo sigues bebiendo por el efecto secundario. Así que definitivamente, tienes que aprovechar lo mas que puedas el primer trago.

            -Voy a poner música.- nos dijo Miguel a todos. Y sacó una bocina cuadrada que conectó a su celular.

El sonido inició a la mitad de una canción de BELANOVA que cantaba: “No tengo miedo de explotar, no importa que es lo que pueda pasar”  y Miguel continuó cantando los segundos restantes de la canción.

            -¿Y esa rola?- Preguntó Armando, esta pegajosa.

            -Pues el disco original es de mi hermana, pero me latió el sonido medio electrónico y lo grabé en mí cel.

            -Arre, suena bien.- Finalizó Armando.

Le siguieron varias canciones a la reproducción, pero ya mareados y sedados por el famoso efecto secundario de la cerveza, ya ni le pusimos atención a las siguientes pistas, y más bien centramos nuestra atención a las pocas cervezas que teníamos, y después, en cooperar para comprar más, pues la primera ronda no duro siquiera diez minutos, la segunda ronda tal vez quince, porque teníamos 2 envases para cuatro personas. Y cuando se acabaron, todas las cervezas menos la de Cesar (aunque posiblemente ya estaba sin gas), empezamos a decirle que si nos daba de la suya, y lógicamente nos dijo que NO.

Volvimos a hacer una cooperación para comprar las siguientes, y una hora después estábamos organizando la tercera vuelta. Y de repente recordamos que ninguno de nosotros había comido nada, los cinco alargábamos las palabras al hablar, y nos dimos cuenta que ya estábamos pedos cuando comenzamos a discutir entre quien ganaría una pelea a navaja entre Melvin y el Tigre Toño.

Decidimos que iríamos a comprar comida a una tienda de autoservicio cercana, y después cada quien se iría a su casa, eran las seis de la tarde, parecía una buena hora para terminar la reunión improvisada. 

Una vez adentro de la tienda, Armando agarró un carrito, y en lo que pareció ser una orden muy tajante, entendible por su estado alcoholizado, nos dijo que nos subiéramos los cuatro. Lo obedecimos, mas por la acción de hacerlo que por seguir sus indicaciones, y nos dio una vuelta por toda la tienda. Y cada que pasábamos cerca de algún estante, agarrábamos lo que fuera que estuviera a nuestro alcance y lo arrojábamos al carrito. Hasta que uno de los policías se dio cuenta, y enojado nos exigió que bajáramos del carrito. A él sí que lo obedecimos, pero dejamos el carrito lleno de cosas en ese mismo lugar, algo que no le agradó nada al empleado que le encomendaron que acomodara todo.   Continuamos un rato paseando por la tienda, hasta que finalmente cada quien eligió algo para comprar y decidimos ir a pagar.

            -Hola –le dijo Armando con una sonrisa a la cajera que nos atendió- Andamos algo pedos, ay disculparas si nos reímos mucho.

            -Yo creo que más bien están loquitos –le contestó ella y respondió a su sonrisa.

            -Ellos sí –continuó Armando-. La verdad es que yo soy el más cuerdo de los cinco, y a veces me piden ayuda para cruzar la calle.

Ella solo sonrió y no dijo nada.

En el supermercado siempre es normal que tengan música para mejorar la experiencia de visita de la gente, aunque por lo general es aburrida, o totalmente desconocida, y justo en ese momento, comenzó a sonar Mariposas, de BELANOVA en las bocinas de toda la tienda, los cinco nos dimos cuenta por la melodía, porque justo la acabábamos de escuchar unas horas atrás. Miguel empezó a tararear la canción.

            -Son cien pesos.

Le pagamos, y guardamos las cosas en una bolsa.

            -Soy Armando –se presentó Armando- ¿Me pasarías tú teléfono?

            -Tal vez otro día, un día que no vengan tan loquitos, y no huelan a cerveza.- Fue sincera con la respuesta, pero la sonrisa no se le borró de la cara.  

La canción terminó en el momento en el que tomamos las bolsas y Armando se despidió de la cajera.

            -Oye Miguel –le preguntó mientras caminábamos a la salida- ¿Esa es la canción que pusiste hace rato no?

            -Sí. Se llama Mariposas, y es de BELANOVA.-respondió Miguel, previniendo que justamente Armando quería saber cómo se llamaba esa canción.

            -Arre, me latió, esta chida.

            -Sí, nos dimos cuenta wey –agregó Cesar riéndose-. Si  estás sonriendo como pendejo.

Armando esbozo una sonrisa.

            -Mañana voy a venir otra vez, así que ni me esperen a la salida.

 

Wednesday, July 15, 2020

Fuera de ruta (cosas del día a día)

Venía de una fiesta y tomé el camión de las diez quince de la noche con dirección a Lomas de Zapopan. Me senté en los asientos del fondo para dormir un rato, y confié (como otras veces) que me despertaría poco antes de llegar al punto en el que me tenía que bajar. Sin embargo, esta vez no sucedió así; y ni la velocidad extrema que llega a tomar un camión de la ruta 633, ni el ruido de la gente que venía a bordo me hizo despertar.

Sin darme cuenta, ni tampoco el chofer, el camión terminó su recorrido, y el operador continúo manejando hasta su casa en Lomas de Tesistan. Cuando me desperté no tenía ni idea de que hora era, el camión  se encontraba vacío, estacionado en quién sabe dónde, hacía frio, y solo tenía la certeza de que estaba muy muy lejos de mi casa.

Sentí algo de alivió al ver que las luces estaban encendidas y el chofer continuaba sentado sobre su asiento. Me acerque a preguntarle donde estábamos, y por el inesperado grito que dio, pude observar que se había llevado el susto de su vida al enterarse de que quedaba alguien más a bordo. Después de calmarnos y explicarle la situación, me dijo: “¡Hijoles carnal! Hasta eso creo que tienes suerte. Solo vine hasta acá a dejarle varo a la mamá de mis hijos, pero después iré a ver a mi amorcito, y ella también vive en Lomas de Zapopan”


Seis Libras (cuento)

La luz del sol había terminado su jornada, y  no quedaba ningún rastro de su calor diurno por las banquetas. Las calles comenzaban a perderse entre la penumbra nocturna, fusionándose con sombras provenientes de cada rincón de la ciudad, e incluso los edificios, extendidos y tambaleantes hasta los cielos, parecían combinarse en una plasta sin forma ni color visible. Justo antes de que todo se convierta en oscuridad infinita, una de las lámparas sobre la vía pública se ilumina de forma repentina, y tras ella otra, y luego otra, y otra más, y así continuaron sucediéndose hasta que todo lo largo y ancho de esa gran avenida estaba iluminado. Después, como si estuvieran sincronizadas, las ventanas de toda la plasta de edificios comenzaron a avivarse una a una con la luz amarilla proveniente del interior. La ciudad otra vez estaba alumbrada por completo, aunque está vez gracias a la desalmada energía eléctrica. Focos y lámparas que si se apreciaban desde cualquier azotea, parecían haber sido pintados por Picasso.

Sin embargo, justo antes de dar vuelta  a la esquina, en el cruce de las dos avenidas más concurridas, brilla con mayor intensidad que cualquier otra luz el letrero neón de Cafetería. Y el aroma de café tostado, adorna las cercanías del lugar con una telaraña de fragancia adictiva. Solo obreros cansados pasan por aquí, y después de una larga jornada, el café es un elixir que los regresa a los rieles del tren de la vida.

Dentro, una mesera de años entrados atiende la barra sirviendo wafles y café americano, y apenas una quinta de comensales solitarios disfruta de su bebida caliente. De repente suena la campana y, para desagrado de todos, se abre la puerta de entrada dejando entrar una ráfaga  de aire helado perdida del exterior, y un escalofrió recorrió sus cuellos, pero no le prestaron mayor detalle al recién llegado. No obstante, la mujer continuaba viendo con detenimiento a aquel hombre de traje blanco y brillante. Era raro que alguien vistiera un atuendo tan limpio en aquella parte de la ciudad.         

¡Buenas noches!–. Saludó el hombre que acababa de entrar. Nadie se inmutó.

Sin molestarle el silencio que causo su llegada, caminó gallardo hasta la barra y volvió a saludar a todos, esta vez uno por uno, aunque tampoco obtuvo respuesta de ninguno. Se sentó en una de las sillas disponibles de la barra, y saludo nuevamente al hombre que estaba sentado junto a él, quien no le dio ninguna importancia a la mano extendida que lo saludaba, y continuo impasible en la lectura de su periódico.

–¡Un espresso!­–. Le pidió a la mesera. Ella obedeció silenciosa y no tardó en dejar el humeante café junto a él.  

–¡Buena lectura eh!­–. Volteó nuevamente con el hombre del periódico y este, como las veces anteriores, lo volvió a ignorar.

–Mmm…

Sin que eso causara un impedimento, él hombre del traje blanco continuó hablando.

–Soy White–.  

–Aléjate de mí –respondió finalmente el hombre del periódico– Soy muy peligroso. No soy con quien te quieras topar en la noche–. Contestó y regresó a la lectura del periódico. Pensando que su respuesta no le causaría mas molestias por parte del entrometido.

–¡Excelente, muy bien por ti! –respondió White igual de animado, y sin verse afectado por las palabras cortantes del ensimismado lector, continúo– Sabías que hay un patrón que rige el funcionamiento de todas las cosas. Desde el tiempo de vida de un ser vivo, hasta el parpadear de un despertador. A veces se trata de un patrón numérico, cosas programadas para funcionar de cierta manera. Otras veces siguen un patrón natural, como la migración de las aves, o el crecimiento de un recién nacido –hizo una pausa breve en la que una sonrisa se marco sobre su cara– y claro que también la muerte.

El lector, enojado, hizo bola el periódico con las manos y le dedicó una mirada llena de odio.

–Pero –continuó–, hay cosas que escapan a toda comprensión y medición conocida. Cosas que no se sabe porque ocurren, ni la frecuencia con la que suceden. ¿Sabes cómo se le llama a estas experiencias no controladas?– El hombre se tomó en un solo trago el café hirviendo. Sin hacer ningún gesto por la temperatura del líquido, dejó la tasa sobre la barra de madera y se limpió la boca con su corbata.

La mesera y los pocos comensales quedaron estupefactos.

–¿Lo sabes?– Sin dejar de sonreír, giró todo el cuerpo hasta quedar frente él.

El hombre trago saliva. Sintió por un instante el corazón acelerado.

–No –respondió con miedo. Guardo silencio unos segundos y no despego en ningún momento su vista de la barra de madera, tratando de evitar a toda costa el contacto visual– No lo sé ¿Cómo se llaman? 

–¡Para–normal!– Contestó White con firmeza.

 Las cuatro personas presentes, sin contarlo a él,  sintieron un escalofrió. El hombre del traje se levantó del asiento, agarró una cartera de piel de la bolsa interna del saco y tomó un billete de dólar que dejó sobre la barra.

–Gracias–

 Acomodó su saco y caminó con pasos lentos hasta la puerta.

–Ah y por cierto –el hombre del periódico permanecía viendo la barra, pero sabía que esas palabras iban dirigidas a él–. Te recomiendo leer el reportaje de la pagina doce, hablan muy bien de ti.

Sin esperar respuesta salió del lugar para fundirse en la oscuridad del exterior.

El hombre desdobló el periódico, y cambió las paginas con avidez hasta tener frente a él la pagina doce. Nueve asesinatos en tres meses con el mismo patrón, decía el encabezado. La garganta se le cerró en el mismo momento que leyó el titulo, media hora antes se sentía orgulloso de todo lo que decían sobre él. Pero ahora, sentía pavor al saber que lo habían descubierto. Con el pulso tembloroso sacó un billete de cincuenta pesos, lo dejo sobre la barra, enrolló el periódico entre sus manos y salió silenciosamente de la cafetería.

El calor tibio que había dejado la cafetería sobre su cuerpo se perdió en el mismo instante  que la puerta de vidrio dejo de sacudirse y quedó completamente cerrada. Se frotó las manos varias veces y se abrazó los hombros para dimitir el intenso frio. Caminó hacía la esquina de la calle preguntándose el por qué de la temperatura tan baja, y unos pasos adelante, se percató de lo extraño que era que no hubiera visto a nadie caminar por la banqueta, o a ningún carro circular por la avenida. Sin dejar de temblar, se detuvo sobre la esquina de la cuadra, el cruce de dos avenidas, para mirar en los cuatro sentidos de la intersección, pero lo único que alcanzaba a ver eran las luminarias encendidas, junto con la sombra que ellas proyectaban sobre el suelo. No había nada más.

Antes de salir de la cafetería, recordaba haber visto el ajetreo común de las siete de la noche, con peatones caminando por las banquetas, y el movimiento de un sin fin de autos recorriendo la avenida, y ahora, tanto la avenida como la banqueta estaban solas, completamente solas. Además, sin otras personas alrededor sobre las que el viento pudiera chocar para disminuir su velocidad, el frio era mucho mayor, y se reflejó en el  cascabeleo de sus dientes.   

Dio media vuelta y regresó corriendo hasta la cafetería. Las luces del interior continuaban encendidas, no habían transcurrido ni dos minutos desde que salió de ella, pero se encontraba igual de vacía que el exterior. Trató de empujar la puerta para resguardarse, sin embargo, esta permaneció tan estática como una barda de concreto.

Volvió a voltear en todas direcciones esperando que alguien o algo se cruzaran en su camino. La calle continuaba desolada, Asustado, comenzó a correr sin rumbo sobre la avenida.

–¿Hola? –gritó sin detenerse– ¿Hay alguien aquí?       

A solo tres cuadras de su acelerada carrera, el repentino agotamiento de sus piernas le hizo detenerse en un movimiento brusco, como si algo o alguien lo hubieran detenido, o si una barrera invisible le impidiera dar otro paso.

–Aprovecha que las luces encendidas alumbran toda la calle. Y trata de encontrarme entre las sombras –dijo una voz proveniente de todos lados–. ¿Sabes cuánto pesa el alma?

El hombre trago saliva. Volteó por atrás de su hombro, esperando ver a alguien tras él, y se encontró con la misma calle vacía y desolada por la que acababa de correr. Solo que ahora parecía muy pequeña, o tal vez más oscura. Las luces de todas las lámparas que dejó atrás se iban apagando una a una hasta quedar iluminado solo el lugar donde estaba parado. Aun con el aliento cortado por el cansancio, trató de dar un paso hacia adelante, pero no pudo mover ninguno de los dos pies. Ambos estaban pegados al suelo.

–Es que acaso tienes prisa por irte –volvió a decir la voz proveniente de todos lados– Calma, ten paciencia y sufre un poco. ¿Enserio tienes miedo? Tantas veces que has producido terror en tus victimas, y ahora eres tú el que se está ahogando con su propia saliva, vamos, deberías estar acostumbrado a esta emoción, y mejor será que te acostumbres pronto, porque te aseguro que todas las muertes que te puedas imaginar, no estarán ni cerca de lo que yo te puedo hacer –el hombre no pudo contener el miedo, y después de humedecer su pantalón, algunas gotas de orines cayeron al suelo–. Fíjate en la proyección de tu sombra sobre el suelo, fíjate en los picos en los que se transforma tu cabeza, tus extendidos brazos, tus deformes piernas largas. ¿Te reconoces? No te asustes. Ese eres tú. Ahora vamos, responde mi primera pregunta. ¿Cuánto pesa el alma?

El hombre permaneció mudo de horror, y sin embargo, obedeció la instrucción de voltear a ver su sombra. Perplejo, vio que era justamente la descripción que le dio la voz proveniente de todos lados. La proyección de su cabeza era tan larga y delgada como el cuerpo de un alfiler, sus brazos eran tres veces más largos que el resto del cuerpo y ondulaban sobre el suelo asemejándose al movimiento de un atrapa viento, y sus piernas quebradas zigzagueaban desde que se despegaban del torso. Trató de gritar, de suplicar y pedir ayuda, pero de su garganta solo salió un pujido similar a “Eea

Intentó escapar del destino que le prometió la voz proveniente de todos lados, pero al ver que no era capaz de avanzar, bajó la cabeza hasta ver directamente sus pies, y ante sus ojos aparecieron unas pantorrillas blancas muy brillosas además de un par de zapatos en las mismas condiciones. Sin entender lo que sucedía flexionó la espalda y la cintura hasta quedar encorvado a la altura de sus piernas. Al tacto de sus manos, sus extremidades eran frías, lisas y muy solidas, casi como si estuviera tocando porcelana.

–Acostúmbrate a esa imagen porque será la última que verás.

– ¿Qué es esto? –chilló el hombre con una voz aguda llena de terror– ¿Quién eres? ¿Qué es este lugar? ¿Qué me está pasando?

El hombre sintió bajo sus manos, como las rodillas se tornaban instantáneamente en algo tan frio y liso como sus pies.

– ¡Ey! ¡Ey!, son muchas preguntas al mismo tiempo, y tú no puedes ni responder una sola. No tengo el tiempo para responderte todas.

La sombra del hombre dejó de moverse para compactarse en una sola mancha sobre el suelo. Terminado esto, se estiró de manera uniforme, alargándose en una línea recta. De la parte media le salieron dos largos brazos con terminación en unos puntiagudos y  largos dedos, y de la parte superior un triangulo invertido como cabeza. La sombra se levantó del suelo, permaneciendo adherida al cuerpo del hombre por la proyección de los pies.

– ¿Mi nombre? ¿Cómo? ¿Tan rápido me has olvidado? Pero si nos acabamos de tomar un café –se acercó enredándose por las piernas, cubriendo el cuerpo del hombre  con la oscuridad de su sombra– Pero si dices que ya no me recuerdas, solo me queda volver a presentarme, y esta vez de forma adecuada. De donde vengo, todos me conocen como el porcelanizador.  

– ¿Po–porque hace esto? ¿Qué quieres de mí? ¡Suéltame!

Uno de los brazos de la sombra se transformó en un cuchillo y atravesó el pecho del hombre. Un hilo de sangre escurrió por su boca mientras que la oscuridad que lo abrazaba se pintó parcialmente de rojo.

–Seis libras –una sonrisa sin rostro se formó en el semblante oscuro de la sombra–. El alma pesa seis libras. Y tú estás encadenado a nueve. Te hundirás en lo más profundo del lago de los lamentos.

La lámpara que los alumbraba comenzó a parpadear, su luz ya no era tan potente y brillaba unos segundos para después permanecer apagada los mismos segundos, dejando por un instante la ciudad en penumbra. El  foco continuó en rápidos parpadeos  varias veces, pero poco a poco retomó la potencia, hasta que logró permanecer iluminada, justo antes de que todo se convierta en oscuridad infinita. Y tras ella se prendió otra, y luego otra, y otra más, y así continuaron sucediéndose hasta que todo lo largo y ancho de esa gran avenida estaba iluminado. Después, como si estuvieran sincronizadas, las ventanas de toda la plasta de edificios comenzaron a avivarse una a una con la luz amarilla proveniente del interior. La ciudad otra vez estaba alumbrada por completo y el silencio extraviado volvió a aparecer en las calles. Los colores regresaron a encender a la ciudad dormida. De la misma forma, los vehículos regresaron a pitarse unos a otros por las prisas de la desesperación citadina, por lo que ninguno de ellos se percató de la escultura de porcelana que apareció repentinamente a la mitad de la avenida, y para cuando lograron frenar la marcha de sus motores, tanto el parabrisas como el pavimento estaban cubiertos de sangre.

 

                                                                


Thursday, June 4, 2020

Titan of creation (Análisis de disco)

https://www.youtube.com/watch?v=u12MUjmZo4c


Es el título que lleva el doceavo disco de Testament, una banda de trash metal (esto es importante) originaria de California, y con más de treinta años de carrera. Pero no te voy a contar información bibliográfica de la banda, porque eso la puedes encontrar hasta en Wikipedia.

Lo interesante aquí es hablar sobre su nuevo álbum Titans of Creation, porque tiene una gran calidad. Hay veces, cuando una banda tiene tanto tiempo de trayectoria, que para seguir siendo del agrado de sus fans tienen que innovar, o cambiar el sonido que los caracteriza y meter sonidos electrónicos o cualquier otra cosa novedosa que los haga sonar especiales. Por suerte este no es el caso, y aunque en discos anteriores se pusieron un poco más heavys, para este disco regresan con todo el power recargado.

Todo inicia con una canción bastante buena (Y no es para menos, ya que es la encargada de abrir el telón a todo lo que viene) que tiene por nombre Children of the next level, la melodía de los primeros segundos  es muy intensa, y los redobles de la batería, te preparan para una persecución imaginaria en la que sabes que si no corres, algo, te atrapara. Después inicia la primera estrofa, y Chuck Billy te lo dice con sus propias palabras y su voz raspada “Mejor vete de aquí porque algo te está viendo…” La melodía continua, y sigue siendo la misma por un rato, hasta que llega al estribillo de la canción y todo se descontrola con un solo del inframundo. Seis minutos de un sonido distorsionado, crudo y potente, seis minutos de trash.

Le sigue WWIII, ¿Qué podemos esperar de una canción que se llama tercera guerra mundial? Todo, cuando escuchas está canción no sabes que pasa, y tal cual como si estuvieras en un campo de batalla, por todos lados llueven acordes de destrucción sonora, caen bombas en forma de doble bombo, y el bajo hace que te explote el cerebro. No hay mucho que decir salvo: ¡Pure Fucking Metal!

Todas las canciones que siguen son cien por ciento ruidos de calidad, sube o baja la velocidad, sientes adrenalina en cada rasgueo, y ninguna canción  te decepciona. Pero mejor escúchenlas ustedes, porque no las voy a mencionar en este momento, ya que me salto directamente hasta el track número diez, el que a mi parecer se merece el título de la mejor canción de todo el disco. Curse of Osiris

Aquí Billy nos cuenta una historia muy conocida dentro de la mitología Egipcia, y tanto la melodía como el tono gutural de voz, reflejan bastante bien la ira, el odio, y el coraje que Horus sentía mientras completaba su venganza sobre todo Egipto. Solo como nota, transformar esas emociones en ritmo musical, es igual a electrocutarte con la distorsión de la guitarra y todos sus ritmos salvajes.  Para este punto del disco es inevitable sentir que una bomba explotó dentro de tus oídos.

Si parece Trash, si se escucha como Trash, si se ve como Trash, indudablemente es Trash.

Mi recomendación es: escuchen el disco completo y utilicen unos audífonos que aíslen el ruido exterior para que no se pierdan ningún detalle del disco.

 

 Nota: El link de youtube de arriba los lleva directamente al Cd completo.

 


Tuesday, June 2, 2020

Uno, ocho, dos

En el tiempo que estudiaba en la Univer,(mis compañeros y yo acostumbrábamos a ir a un parque de diversiones que se llamaba “Divertido Guadalajara”. Porque al igual que plaza patria, estaba en el camino que tomábamos para ir a la parada del camión. El lugar era un parque de aventuras dirigido principalmente a los niños. Tenía juegos de sillitas voladoras, de carruseles con carros de bomberos, ambulancias y patrullas, otro de motocicletas de motocrós, una canoa vikinga para los niños más extremos y algunos adolecentes que midieran menos de un metro con cincuenta.

Para los adultos y adolescentes que superaran esa medida restrictiva, había algo mucho mejor, tres pistas de go karts semi-profesionales, y una pista de nivel profesional con carros que alcanzaban los cien kilómetros por hora, además de tener un área cerrada en la que vendían comida muy diversa, y también una gran extensión de bosque natural adecuado con bancas. Todo esto convertía el lugar en el mejor destino turístico para saltearnos las clases los miércoles que teníamos orientación vocacional.

Fui tantas veces con mis compañeros de la escuela, que pensé que sería entretenido trabajar ahí, así que deje una solicitud de trabajo, por la poca afluencia de gente me entrevistaron en ese momento, me contrataron ese mismo día, y  me dijeron que iniciaría a trabajar desde el siguiente sábado.

Mi función principal era la de ser operador de los juegos, cobrar las fichas necesarias para que los niños se pudieran subir, y después manipular el equipo para que funcionara el tiempo que se tenía establecido. Era algo sencillo de hacer, pero por lo mismo después de un rato era muy aburrido ver como giraban y giraban los diversos carruseles. Así que para hacerlo más interesante, a los niños que llegaban solos y que no tenían la supervisión de sus papás, les ponía retos especiales. Por ejemplo les decía que si se subían con un vaso de agua, y no lo tiraban en la velocidad máxima, los dejaría dar tres vueltas gratis. Ellos accedían con emoción, aunque generalmente terminaban empapados, y posteriormente los regañaba su mamá. Solo un pequeño grupo selecto de niños alfa logró terminar el recorrido sin derramar el agua, y cómo premio los dejaba arriba por media hora.

Mis compañeros se empezaron a dar cuenta de los retos que les ponía a los niños, y se acercaban a ver lo que pasaba. Con los días, ellos acoplaron algún tipo de reto en sus propios juegos. En el laberinto de colchones pusieron el reto de que si entrabas por la salida, y recorrías todo el juego de espaldas hasta llegar a la entrada, les regresaban sus fichas y aparte les daban cinco más, pero si no podían, tenían que pagar el doble de fichas. Después de eso todos los días se terminaban rápido aun después de las casi diez horas de estar parado y bajo el sol. Al final del turno todos nos reuníamos en el comedor central, y antes de que los supervisores nos dieran la junta del día, platicábamos entre nosotros para intercambiar nuestras experiencias con los retos que habíamos hecho.

En los altavoces del parque, ya que era un lugar más familiar e infantil, ponían generalmente solo canciones de cri cri, de plaza sésamo, de Pedrito Fernández, de Imanol y de Tatiana, puras joyas de la música que por fortuna no he vuelto a escuchar. Toda esa basta reproducción musical, era programada por una señora, sin embargo, después de dos o tres años de peregrinamente poner la misma música todos los días, un día renunció y se llevó esos discos con ella, y fue entonces cuando todos (todos), incluso varios directivos, se dieron cuenta de que los discos no eran de la empresa, y de que ella los había comprado. Las canciones de Imanol dejaron de sonar en los altavoces, y por unos días, fue el silencio, o la transmisión de una estación de radio lo que se escuchaba por todo el parque. Después de unos fines de semana sin música, a los subgerentes se les ocurrió hacer una dinámica especial, los sábados al llegar, podíamos dejar alguno de nuestros cd´s, para que de forma aleatoria, ellos los pusieran en los equipos de sonido de todo el parque. Pero había algunas reglas, o parámetros que teníamos que seguir antes de dejar algún disco. Las canciones no podían ser ni de rap o de rock pesado, ni tampoco decir groserías en español o en inglés, regla que no se aplicaba a las canciones en francés o en japonés, porque nadie las entendía.

La actividad resultó emocionante para todos, porque como había un porcentaje de confidencialidad, cuando escuchábamos un disco, o una canción, tratábamos de imaginar por el género musical, quien pudo haber dejado ese disco, y entre nosotros hacíamos bromas de quien creíamos que era el dueño de tal cd, y de quien definitivamente no era el dueño. Yo lleve el disco de molotov, que era el único que tenía, pero no duro mucho tiempo antes de que detectaran que ese disco era el menos indicado para un parque infantil. Alguien puso un disco de Juan Gabriel, no supe quien fue, pero las bromas que la mayoría hizo sobre eso fueron suficientes para que quien fuera que lo llevó, no lo volviera a llevar. Algunos fueron de pop en español, de pop en inglés, alguien llevó un disco de Madona, otro compañero (o compañera) de Michael Jackson, Miguel Bosé también apareció, y una lista muy variada entre artistas y cd´s continuaron sonando en los altavoces. Hasta que siguió uno de un grupo que no conocía, y que realmente me gustó como se escuchaba. En cuanto empezó ese disco, varios aplaudieron, incluso algunos levantaron las manos y las agitaron en el aire, era evidente que al noventa por ciento de mis compañeros le gustaba ese grupo.

            -¡Vaya! –Gritó uno de ellos y aplaudió varias veces mientras sonreía- ¿Quién fue cabrones? ¿Quién puso ese disco para invitarle una cerveza?

Yo aún no los conocía, así que al verlo tan eufórico le pregunté:

            -¿Quiénes son o qué?

            -Eso carnal… es punk de verdad –me contestó con una sonrisa-. Son blinuaneiritu.- Me dijo en inglés perfecto, pero no entendí nada de lo que dijo, y le volví a preguntar.

            -¿Cómo dices que se llaman?

            -Jaja no te creas, no se inglés. Blink 182 para los compas. Pero si tocan punk.

Hasta ese momento no había escuchado antes ninguna canción de punk, el ritmo de la guitarra se centraba en pocos acordes, pero con rasgueos muy rápidos, y mientras tanto, la batería haciendo un remolino de ritmos diferentes y potentes, que acompañaban a una voz aguda que parecía huir de la policía por lo rápido que iba. Me daban ganas de correr por todo el parque, o de hacer acrobacias y maromas mortales. Lo interesante era que no solo yo, todos mis compañeros estaban así, era como si las bocinas del parque nos hubieran inyectado adrenalina.

Por fortuna para nosotros a los supervisores no les molestó ese disco, y lo comenzaron a poner cada fin de semana. Un sábado a las tres de la tarde, cuando había más gente en el parque, si se escuchaba ese disco, los niños se descontrolaban, y corrían como cabras sin control, todo se volvía emocionante, y al menos el tiempo que duraba el cd, era imposible tener un mal día.

Hasta que lamentablemente se rayó. Pero ya había cruzado la puerta, ya los conocía, y como el disco me había gustado tanto, fue inevitable comprar un disco de ellos.

Los de Mr. Cd, estaban por comenzar a verme como un cliente frecuente.


Monday, May 25, 2020

Repetición (Ensayo)

¿Crees en los viajes en el tiempo? Este ha sido un tema relacionado solo a la ciencia ficción; y la gente cree en eso, lo mismo que cree en Marty Mcfly y en el DeLorean. “Estaría padre”, dirá alguien. “El FBI ha tenido evidencia real de viajeros en él tiempo, pero se lo ocultan a la sociedad”, comentará otra persona, tal vez más conspiranoica. O simplemente “¡No!, eso no es posible”, dirá un incrédulo. Pues sí, yo sí creo en los viajes en el tiempo, puedes pensar que lo que voy a documentar aquí es algo incongruente, sin embargo, me sucedió. Era un domingo de junio, y acompañé a mi papá a una reunión que tendría con su tío en un Toks. Acostumbraban a reunirse una vez al mes para hablar de política y economía, o de ciencia y tecnología; el tema siempre variaba, pero, nunca les faltaba de qué hablar. Eran las dos de la tarde cuando llegamos al lugar, y al terminar de comer la mesera nos preguntó que si queríamos una taza de café, los tres accedimos. Mi papá y mi tío abuelo comenzaron a hablar de Felipe Calderón y de su forma poco ortodoxa de resolver los problemas contra el crimen organizado, yo los escuchaba atento. Mi taza de café se terminó, y le solicité a la mesera que, si la podía rellenar. El tema llegó a su punto cumbre, el problema del narco estaba hipotéticamente solucionado, y para entonces me había terminado otras tres tazas de café. La plática continuó a la misma velocidad que las tazas de café se iban terminando. George W. Bush y la invasión de las tropas estadounidenses habían llegado a medio oriente. Una taza se terminaba, y un segundo después la mesera pasaba cargando la cafetera y la volvía a rellenar. Las dos de la tarde se convirtieron con velocidad en las siete de la noche, estaba al tanto de eso, porque mi lugar quedaba justo enfrente del reloj y había visto cada movimiento de manecillas entre hora y hora. Los temas dispuestos abarcaron en su totalidad lo que bien pudo haber sido el almanaque mundial del dos mil seis, y la mesera había ido a nuestra mesa tantas veces como paginas podría tener ese almanaque. Fue entonces que ocurrió. Una taza de café produce en el cuerpo una sensación de bienestar, además de tener antioxidantes, vitamina C, y de generar un poco de lucidez extra gracias a la cafeína, esto puede ayudar a concentrarse a la hora de pensar, leer y escribir. Pero el efecto se multiplica progresivamente por cada taza de café que tomes, y si en tú torrente sanguíneo hay cinco miligramos de cafeína, por cada centímetro cubico de sangre, suceden cosas inesperadas en el cuerpo. Me recosté un momento sobre el respaldo del asiento, cerré los ojos, y comencé a dormitar, no fue mucho tiempo, tal vez solo cinco minutos. Al escuchar que habían pedido la cuenta y estábamos por irnos, abrí los ojos para incorporarme, pero el mundo era diferente a lo que fue cinco minutos antes. Lo primero que hice fue voltear a ver el reloj, eran las cuatro de la tarde, y mi papá y mi tío abuelo estaban terminando de hablar de la guerra contra el narco por parte de Felipe Calderón. Un déjà vu siempre produce una sensación extraña, pero ¿Es posible tener un torrente de déjà vu ´s y que supiera exactamente lo que iba a suceder en las próximas tres horas?

Ese día jugaban Alemania vs Argentina un partido de cuartos de final para la copa mundial de ese año. Estaba seguro de que ya lo había visto, y recordaba que antes de que terminara el segundo tiempo, Alemania metía el gol del empate y posteriormente ganaban en penales, pero en ese momento, el partido tenía escasos minutos de haber empezado, y el marcador empatado a ceros, sin embargo, no solo era eso, todas las cosas empezaron a ser una reproducción exacta del tiempo que ya había vivido. Mi tío abuelo levantó la mano para llamar la atención de la mesera, “Una malteada de fresa” gesticulé con los labios “Una malteada de fresa” dijo él, “Claro, ¿Con crema batida?” Pensé “Claro, ¿Con crema batida?” dijo ella, en la mesa subsecuente un hombre comía solo, su celular estaba a punto de sonar “¡Hola Don Rubén! ¿Cómo le va?” dije en voz alta, el celular del hombre sonó de repente, “¡Hola Don Rubén! ¿Cómo le va?” dijo él un segundo después. Mi papá se me quedó viendo extrañado. Era raro, todo era muy raro, me paré para ir al baño a mojarme la cara, y al regresar le pedí a la mesera un vaso de agua. El tiempo se había regresado tres horas, estaba completamente despierto, y todo lo que estaba sucediendo era igual de real que la primera vez, mi día de repente tenía tres horas más, y al no poder escapar, ni acelerar ese flujo irregular del tiempo, me limité a vivir lo mismo por segunda vez. Aún hoy me queda la duda de sí viajé al pasado y me extravié en este tiempo, o sí viví una visualización del futuro y no supe aprovechar la inesperada victoria de Alemania.


Tuesday, May 19, 2020

¿Es una cara? ¡No! ¿Es una pizza? ¡No! Es...

Al principio pensé en contar historias salteadas,  simplemente contar la historia y ya, pero después de pensarlo un rato decidí que lo mejor es contar todo en orden cronológico, y así será más fácil para todos entender la secuencia. 

Había pasado alrededor de un mes desde que conseguí el primer disco de Molotov, lo ponía todos los días al llegar de la escuela, y mientras lo escuchaba me sentía lleno de energía con cada canción. No sabía tocar ningún instrumento, y hacía el movimiento invisible de tocar la batería o a veces el de pisar acordes en la guitarra. Se me hacía curioso como la música me ayudaba a relajarme, y en otras ocasiones y con algunas pistas (Con la de Mátate tete), como  se me aceleraba el corazón y como la sangre me circulaba con más velocidad durante los cuatro minutos que duraba la canción. Era una sensación extraña, similar a la de bajar una colina empinada a gran velocidad arriba de una bicicleta. Emoción, es la palabra ideal.

En ese tiempo mis compañeros de la Univer dejaron de ser unos desconocidos, y comenzamos a ser amigos, aunque algunos, como suele pasar, se quedaron por siempre en la etapa de desconocidos. La escuela estaba en el centro de Zapopan, y la mayoría vivíamos por los alrededores, así que era común regresar caminando en un grupo de más de cinco personas. A la mitad del camino estaba una plaza (que ahora está en ruinas) en la que únicamente había una sucursal del Pollo Pepe, y un billar bar que se llamaba Wine Pool (haciendo referencia al oso amarillo de Disney Winnie Pooh pero de una forma más alcohólica y viciosa). 

Uno de esos días, en los que nos juntábamos varios para caminar hasta la parada del camión, un compañero, motivado por el hecho de que éramos tres hombres y dos mujeres, dijo:

-¿Traen prisa? ¿Les late si vamos un rato a jugar al billar?

Astrid y Karina se voltearon a ver.

-Pues tengo que estar en mi casa a las cinco de la tarde, tengo tiempo -dijo Astrid-. Pero voy solo si Karina va. No es que dude de ustedes, pero es mejor ir con otra chica.

Karina pensó un momento.

-Pues yo voy, pero solo si tú pagas mi cuenta. -Le dijo y apunto a Juan, al que se le había ocurrido la idea de ir.

-¡Arre me late!- dije sin poner ningún requisito de por medio.

-Yo voy. Pero solo si tú pagas mi cuenta. -dijo Miguel imitando a Karina, y también apuntó a Juan.

-¿Y tú qué cabrón? ¡Tus nalgas no me interesan!- Todos se sorprendieron.

-No wey, no lo digo por eso. Es porque no traigo dinero.

-¡Ah! -dos segundos después, suspiró Karina ofendida- ¿Ósea que las mías si te interesan?

Juan ya no supo que decir, y cambio de tema.

-Ponen buena música, y las cheves están en catorce pesos. No se diga más.

Cruzamos la calle y caminamos hacía el billar. En el corto trayecto de atravesar la calle, Astrid y Karina venían riéndose de lo que había dicho Juan, y al pasar por la parada del camión más cercana, en forma de broma las dos le dijeron a toda la gente que esperaba el camión.

-¡Tengan cuidado, porque a Juan le interesan las nalgas!- La gente no supo cómo reaccionar a eso, y se nos quedó viendo raro.

Cuando llegamos al billar, incluso antes de entrar, se hizo muy notorio el aroma de la cerveza, además del olor a cigarro impregnado en las paredes. El local estaba vacío, siendo el cantinero el único ente de todo el lugar, ya que abrían desde temprano para surtir los insumos y limpiar, pero ya en la noche era cuando realmente se llenaba. 

-¿Van a jugar?- Preguntó el cantinero y le contestamos que sí. Nos dio la caja con bolas y tiza, y nos acomodamos en la mesa de en medio, que era la que se veía en mejores condiciones. 

Hicimos equipos de dos contra dos, y decidimos que el quinto jugaría en el siguiente partido. Le pedimos al cantinero botana y una cubeta con doce cervezas. Y sin más contratiempos comenzamos, nadie sabía jugar bien, por lo que el juego era dinámico y muy parejo, así que alguien podía hacer un tiro épico en una partida, y al siguiente meter la bola negra en el primer turno. Todo podía pasar.

Se terminó la primera cubeta, y pedimos otra, era la primera vez que tomaba tanta cerveza, me sentía alegre, feliz, capaz de hacer cualquier cosa, pero al mismo tiempo me sentía un poco aturdido y desorientado, por futuras referencias puedo decir que en realidad no era nada grave.

El billar tenía una rockola con música muy variada que cada cierto tiempo se activaba en automático y reproducía una de sus canciones, aunque la mayoría eran de algún conjunto musical, o de norteño. Era el turno de Juan de ser el quinto jugador, así que mientras el resto jugaba la partida, él se levantó, fue hacía la rockola, buscó canciones por diez minutos, y después regresó a la banca con una gran sonrisa.

-¿Vas a poner canciones?- le preguntó Miguel.

- Pues si pendejo, ¿A que va uno a la rockola? ¿A pedir jamón? Tú nomas perate, puse unas bien vergas. ¡Oye Karina!

-¿Qué quieres?- respondió ella. 

-¡La siguiente canción es para ti! -ella sonrió, y se sonrojó un poco- Para que la escuches bien eh.

Se terminó la canción anterior, y entonces continuaron las que puso Juan. Por un momento se escuchó silencio, luego surgió un tenue redoble en la batería, la guitarra hizo los primeros acordes, y finalmente inició la voz principal diciendo:

"¿Es una cara? ¡No! ¿Es una pizza? ¡No! Es la señorita cara de pizza... Karina y Astrid dejaron de jugar para ponerle atención a la letra. Juan a su vez, se paró y se puso a cantar a un costado de Karina. 

-...Quiero estirarle sus cachetes de queso -cantaba Juan mientras veía a Karina a los ojos-. En su boquita de pimiento yo quiero darle un beso... Señorita cara de pizza... 

Trate de poner atención en todo lo que decía, pero había partes que no lograba entender, aun así me gustó lo que acababa de escuchar. 

-¡Iugg! -dijo sinceramente Karina cuando se terminó la canción- ¿Que rayos fue eso? ¿Estás loco o qué?

-Calma morra -contestó Juan-, es figurativa, no es tan literal. En el fondo solo habla de que le gusta la chava. 

-¿Y si le gusta la chava porque no le dice simplemente eso, en lugar de decirle que parece pizza?

-No sé -Juan se río-. Pues tal vez estaban marihuanos cuando escribieron esa letra, que se yo.

-¿Entonces te gusto?- preguntó Karina. 

-Pues sí, la neta.

-¿Y porque dices que parezco pizza?

 La conversación era confusa, pero al mismo tiempo muy divertida.

-Ya pues -agregó Juan- olvídalo, luego busco una canción mejor.

-¡Si he! Te lo agradecería, si quieres luego te paso unos tips de música más romántica.

 

La confesión de amor de Juan fue un fracaso, pese a eso, sin buscarlo se había instaurado la rutina de ir a jugar billar cada viernes al salir de clases. Casi siempre éramos los mismos cinco, aunque a veces cambiaban las personas que asistían, pero aun con todos los cambios, desde la segunda vez que fuimos a jugar, como decreto no oficial de nuestro grupo, poníamos la canción de Cara de pizza y la cantábamos entre todos.

 Al principio era raro cantarla, pero mientras más la escuchábamos menos idiota nos parecía la letra.