¿Crees
en los viajes en el tiempo? Este ha sido un tema relacionado solo a la ciencia
ficción; y la gente cree en eso, lo mismo que cree en Marty Mcfly y en el DeLorean.
“Estaría padre”, dirá alguien. “El FBI ha tenido evidencia real de viajeros en
él tiempo, pero se lo ocultan a la sociedad”, comentará otra persona, tal vez más
conspiranoica. O simplemente “¡No!, eso no es posible”, dirá un incrédulo. Pues
sí, yo sí creo en los viajes en el tiempo, puedes pensar que lo que voy a
documentar aquí es algo incongruente, sin embargo, me sucedió. Era un domingo
de junio, y acompañé a mi papá a una reunión que tendría con su tío en un Toks.
Acostumbraban a reunirse una vez al mes para hablar de política y economía, o
de ciencia y tecnología; el tema siempre variaba, pero, nunca les faltaba de
qué hablar. Eran las dos de la tarde cuando llegamos al lugar, y al terminar de
comer la mesera nos preguntó que si queríamos una taza de café, los tres
accedimos. Mi papá y mi tío abuelo comenzaron a hablar de Felipe Calderón y de
su forma poco ortodoxa de resolver los problemas contra el crimen organizado,
yo los escuchaba atento. Mi taza de café se terminó, y le solicité a la mesera que,
si la podía rellenar. El tema llegó a su punto cumbre, el problema del narco
estaba hipotéticamente solucionado, y para entonces me había terminado otras
tres tazas de café. La plática continuó a la misma velocidad que las tazas de
café se iban terminando. George W. Bush y la invasión de las tropas estadounidenses
habían llegado a medio oriente. Una taza se terminaba, y un segundo después la
mesera pasaba cargando la cafetera y la volvía a rellenar. Las dos de la tarde
se convirtieron con velocidad en las siete de la noche, estaba al tanto de eso,
porque mi lugar quedaba justo enfrente del reloj y había visto cada movimiento
de manecillas entre hora y hora. Los temas dispuestos abarcaron en su totalidad
lo que bien pudo haber sido el almanaque mundial del dos mil seis, y la mesera
había ido a nuestra mesa tantas veces como paginas podría tener ese almanaque.
Fue entonces que ocurrió. Una taza de café produce en el cuerpo una sensación
de bienestar, además de tener antioxidantes, vitamina C, y de generar un poco
de lucidez extra gracias a la cafeína, esto puede ayudar a concentrarse a la
hora de pensar, leer y escribir. Pero el efecto se multiplica progresivamente
por cada taza de café que tomes, y si en tú torrente sanguíneo hay cinco
miligramos de cafeína, por cada centímetro cubico de sangre, suceden cosas
inesperadas en el cuerpo. Me recosté un momento sobre el respaldo del asiento,
cerré los ojos, y comencé a dormitar, no fue mucho tiempo, tal vez solo cinco
minutos. Al escuchar que habían pedido la cuenta y estábamos por irnos, abrí
los ojos para incorporarme, pero el mundo era diferente a lo que fue cinco
minutos antes. Lo primero que hice fue voltear a ver el reloj, eran las cuatro
de la tarde, y mi papá y mi tío abuelo estaban terminando de hablar de la
guerra contra el narco por parte de Felipe Calderón. Un déjà vu siempre
produce una sensación extraña, pero ¿Es posible tener un torrente de déjà vu ´s y
que supiera exactamente lo que iba a suceder en las próximas tres horas?
Ese
día jugaban Alemania vs Argentina un partido de cuartos de final para la copa
mundial de ese año. Estaba seguro de que ya lo había visto, y recordaba que
antes de que terminara el segundo tiempo, Alemania metía el gol del empate y
posteriormente ganaban en penales, pero en ese momento, el partido tenía
escasos minutos de haber empezado, y el marcador empatado a ceros, sin embargo,
no solo era eso, todas las cosas empezaron a ser una reproducción exacta del
tiempo que ya había vivido. Mi tío abuelo levantó la mano para llamar la
atención de la mesera, “Una malteada de
fresa” gesticulé con los labios “Una malteada de fresa” dijo él, “Claro, ¿Con crema batida?” Pensé “Claro,
¿Con crema batida?” dijo ella, en la mesa subsecuente un hombre comía solo, su
celular estaba a punto de sonar “¡Hola
Don Rubén! ¿Cómo le va?” dije en voz alta, el celular del hombre sonó de
repente, “¡Hola Don Rubén! ¿Cómo le va?” dijo él un segundo después. Mi papá se
me quedó viendo extrañado. Era raro, todo era muy raro, me paré para ir al baño
a mojarme la cara, y al regresar le pedí a la mesera un vaso de agua. El tiempo
se había regresado tres horas, estaba completamente despierto, y todo lo que
estaba sucediendo era igual de real que la primera vez, mi día de repente tenía
tres horas más, y al no poder escapar, ni acelerar ese flujo irregular del
tiempo, me limité a vivir lo mismo por segunda vez. Aún hoy me queda la duda de
sí viajé al pasado y me extravié en este tiempo, o sí viví una visualización
del futuro y no supe aprovechar la inesperada victoria de Alemania.